miércoles, 26 de septiembre de 2007

Exégesis de Peter Stillman por medio de John Milton

Tal vez si Quinn, protagonista de la novela La ciudad de cristal de Paul Auster, hubiera hecho su trabajo de investigación de manera correcta, habría comprendido un poco más a Peter Stillman padre. Tal vez si Quinn hubiera puesto en sus manos una copia de El paraíso perdido de Milton, autor que es el orígen mismo de la obra ficticia del personaje, la novela de Auster hubiera carecido de sentido.
Es evidente que, aunque Henry Dark fuera un personaje de la imaginación de otro que es, a su vez, ficticio, las premisas tomadas de éste para comprobar su teoría parten de los conceptos del que fue su maestro: John Milton. A través de los ensayos de Peter Stillman y de sus propias acciones encontramos cada vez más coherencia con lo estipulado por Milton en, sobre todo, su Paraíso perdido. Desde la primera mención de este autor renacentista descubrimos que Peter Stillman representaba a esa postura teológica en la que también se inscribía Milton, y que fue la que llegó a los Estados Unidos de América en el Mayflower. Dicha mención es la siguiente: "Apoyándose fuertemente en Milton y su relato de El paraíso perdido --como representante de la postura puritana ortodoxa (...)" (Auster 51).
Aunque los escritos de Stillman parecen apoyarse en ciertas citas miltonianas, éstas se alejan del sentido general de la obra. En efecto, las sentencias de Milton son tan diversas como lo son sus personajes que van desde Dios y toda su corte hasta el mismo Satanás, pasando por Adán y Eva e, incluso, él mismo como narrador. Es por ello que debemos desdeñar como paradigmas las opiniones de casi todos los personajes y tomar como tales sólo las sentencias divinas. Hay también, sin embargo, momentos de arrepentimiento en los personajes, momentos catárticos en los cuales se pueden tomar como verdad las palabras de otros personajes que no pertenecen a la corte celestial. Así, podemos incluso refutar la primera premisa de Stillman, en la que argumenta que "sólo después de la caída comenzó la vida humana tal y como la conocemos. Porque si en el Jardín no existía el mal, tampoco existía el bien" (51). La podemos refutar pues la voz que da Milton al Todopoderoso sentencia sobre el pecado original que el hombre "sólo puede vanagloriarse de conocer el bien perdido y el mal ganado; mucho más fácil sería si le hubiera bastado conocer el bien por sí mismo, y de ningún modo el mal." (Milton 223).
La exégesis de Stillman sobre la caída del lenguaje --es decir, sobre que el fruto de la Ciencia les impidió a los seres humanos seguir poseyendo una lengua que fuera el objeto mismo-- es cuestionable pero posible, debido a que el mismo Milton dice que al perder el Paraíso, el hombre perdió también su libertad, y ¿qué es la libertad sino la unión del deseo y el acto en una misma cosa? El mismo Adán de Milton dice: "mi lengua obedeció y pudo nombrar en el acto todo lo que veía" (157). Además, encontramos un pasaje que habla del fruto prohibido diciendo que "ha concedido desde el primer ensayo la palabra al mundo y ha enseñado a una lengua incapaz de discurrir, a proclamar su mérito" (184).
Después interpreta el pasaje de la Torre de Babel. Dios, en efecto, promovió la Confusión en los hombres a partir de diferentes lenguas debido a que la lengua da poder. "la cuestión es, dijo Humpty Dumpty, quien es el amo (...)" (Auster 92). Lo propuso bien Peter Stillman: la posesión de la lengua da poder sobre el otro, lo cual es muy peligroso. Él, herético, quería poseer el lenguaje original para, según su teoría, recobrar el Paraíso perdido y así poder comer del fruto de la Vida (motivo por el cual fuimos, según Milton y la propia Biblia, expulsados del Paraíso, pues era muy peligroso para Dios que el hombre pudiera liberar al Caos) y obtener la eternidad. No importando que apelara a la necesidad, la sola idea de comer el fruto de la Vida es perversa; probablemente lo descubrió a partir del mismo Milton: "la necesidad, pretexto de todos los tiranos" (Milton 76), "el exceso lo debilita (al espíritu), y transforma la ciencia en locura (...)" (138)
Hay dos puntos importantes que cambian al personaje de Peter Stillman desde que escribe su ensayo hasta que conversa por primera vez con Quinn, uno es la aceptación miltoniana que esa búsqueda del lenguaje primitivo tenía como fin el poder y, por tanto, era la Culpa, hija de Satanás, la que operaba en su pensamiento, siendo ello una rebelión contra el mismo Dios. El otro es los errores que cometió en sus experimentos con su hijo. En efecto, a Stillman le interesaba sobre todas las cosas la veracidad del lenguaje; es decir, la correspondencia inequívoca con el objeto; por ello es que busca, como asegura a Quinn, ponerle nombre a todos los objetos de acuerdo a su uso, para que no se confundieran con otros. Vemos aquí que ha dejado de lado esa idea de buscar el lenguaje de Adán y Eva y que las palabras de Stillman serán lo más apegadas posibles a la verdad; cuando Quinn se hace pasar por su hijo, el catedrático descubre que no hay necesidad de corregir el error que cometió con aquel y, finalmente, le anuncia: "Ahora podré morir feliz" (Auster 97). Si Daniel Quinn hubiera reflexionado lo ensayado aquí, y hubiera de verdad escuchado lo que dijo Peter Stillman, hubiera comprendido que su caso detectivesco era una lúdica fantasmagoria.
Peter Stillman, ante la contradicción de encontrar, en lugar del Paraíso, la torre de palabras de cristal que se rompe ante el caótico murmullo de la ciudad, descubre que no hay vado en la pretención puritana ortodoxa que desembarcó en el Mayflower, que no es cuestión humana recobrar el Paraíso perdido, que es inútil. Así, ante la negativa miltoniana de utilizar algun otro artificio, Stillman, comparándose con un ángel rebelde, se deja caer del puente de Brooklyn, muriendo antes de caer en los infiernos -- pues fue, al contrario del arcángel caído, un acto de arrepentimiento y de fe.

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